“¡Dios mío, Dios mío!, ¿por qué me has abandonado?” Mateo 27:46 LBLA
Cuando Jesús dijo esto, estaba sufriendo agonías indescriptibles, porque estaba siendo “herido por nuestras transgresiones y molido por nuestros pecados”. El estaba cargando en él “el pecado de todos nosotros”.
Una pregunta natural es “¿cómo podría el Padre abandonar a Jesús?” La verdad es que esta frase no quiere decir que hubo un momento en que el Padre dejó de amar a Su Hijo. Tampoco es que en alguna forma haya sido rechazado por Su Padre. Si fuera así no le habría llamado: “Dios mío, Dios mío”.
Jesús en medio de todo el abuso y sufrimiento que había vivido esa misma noche lo que hace es citar el Salmo 22. Y este es un Salmo que justamente habla de todo el sacrificio y dolor que viviría el Mesías. Por lo cual Jesús sabía que Su Padre no lo había abandonado sino que era necesario y estaba cumpliendo la profecía que se había determinando siglos antes, para que así pudiera redimirnos de todo el castigo que merecíamos. Es como si Jesús recordará a Él mismo y a los demás qué este sufrimiento es el cumplimiento del Salmo 22.
JOSUE FAJARDO | PASTOR SIN MUROS
@josuefajardosm